En las instalaciones del Texas Heart Institute hay una ternera de ocho meses llamada Abigail. Aunque parece un ejemplar corriente, alguien podría considerar que este animal que corretea alegremente por el prado, y come de la mano del investigador, está clínicamente muerto. Los doctores Billy Cohn y Bud Frazier reemplazaron su corazón por un par de válvulas que hacen circular la sangre por su cuerpo pero no laten. "Si escucharas su pecho con un estetoscopio", asegura el doctor Cohn en NPR, "no escucharías ni un latido. Si examinaras sus arterias, no hay pulso. Si le hiciéramos un electrocardiograma, saldría plano".
Lo que han desarrollado los doctores Cohn y Frazier es un corazón artificial que impulsa la sangre mediante unos rotores internos sin generar las conocidas fases de sístole y diástole. Hace unos meses, lo probaron por primera vez con éxito en un paciente humano, un hombre de 55 años llamado Craig Lewis que sobrevivió durante un mes pero falleció en abril por amiloidosis.
En realidad Lewis es el primer paciente al que le implantan experimentalmente dos dispositivos de asistencia ventricular (VAD) para reemplazar su corazón. Esta tecnología existe desde los años 80 y funciona con una serie de rotores que actúan como bomba centrifugadora. Desde hace tiempo se instalan de forma habitual en cientos de pacientes para sustituir uno de los ventrículos, como en el caso del ex vicepresidente de EEUU, Dick Cheney. Lo que han hecho estos médicos es sustituir los dos ventrículos y el corazón entero.
"Ponías el oído y se escuchaba un zumbido", asegura la viuda de Lewis. "Era increíble, no tenía pulso". Antes de probar la técnica con él, los médicos habían probado el dispositivo con éxito en 38 terneros. Cuando llegó a ellos, la amiloidosis de Lewis había dejado su corazón tan destrozado que le daban doce horas de vida. Después de la operación, Lewis mejoró claramente dentro de su estado. Podía hablar, levantarse y sentarse en una silla. Pero la amiloidosis atacó su hígado y sus riñones y no hubo posibilidad de salvarlo.
Lo que inquieta de este corazón artificial es que bombea sangre de forma permanente, cuando las formas de vida que conocemos tienen circulación pulsátil. Sin embargo, la ausencia de latidos no provoca ninguna alteración evidente. "La pulsatilidad de la circulación es esencial para el corazón, porque solo puede obtener nutirentes entre latidos, asegura el doctor Cohn. "Si quitas eso del sistema, a ninguno de los demás órganos parece importarle mucho".
A pesar de los buenos resultados, aún queda mucho trabajo por hacer para que este tipo de corazones artificiales se materialicen. Habrá que hacer un diseño final, encontrar un fabricante y que las autoridades sanitarias den el visto bueno. De momento las pruebas son prometedoras. "Estas bombas nunca se gastan", dice Cohn. "De momento ninguna nos ha fallado".
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