Científicos del Hotchkiss Brain Institute (HBI), de la Universidad de Calgary (Canadá), han descubierto un mecanismo por el cual el estrés incrementa la recolección de comida en ratas. El hallazgo, publicado esta semana en Neuron, proporciona importantes pistas para explicar por qué el estrés podría ser uno de los factores que más contribuye a la obesidad.
Los investigadores Jaideep Bains y Quentin Pittman, observaron específicamente a las células nerviosas (neuronas) en la región del cerebro conocida como hipotálamo. Esta estructura es conocida por tener un importante rol en el control del apetito y el metabolismo y ha sido identificada como la región primaria responsable de la respuesta del cerebro al estrés. Normalmente, el cerebro produce neurotransmisores denominados endocanabinoides, que envían señales de unas células al otra para controlar el apetito.
En este trabajo, los investigadores han comprobado que, cuando no hay comida, se produce una respuesta de estrés que causa, de forma temporal, "recableado" funcional en el cerebro, que puede reducir la capacidad de los endocanabinoides para regular la ingesta de alimento y contribuir a aumentar el almacenamiento de comida. Sin embargo, cuando se bloquean los efectos de las hormonas del estrés en el cerebro, la ausencia de comida no causa ningún cambio en el circuito neural.
Según explica Bains, "estos descubrimientos pueden ayudar a explicar cómo la comunicación celular dentro de nuestro cerebro puede ser anulada en ausencia de comida". Esos mismos cambios pueden ser generados por el estrés inducido por la falta de alimentos. Si en el cerebro humano se produjeran cambios similares a los observados en los roedores, estos hallazgos podrían tener varias implicaciones para la salud humana. Según Pittman, "por ejemplo, si decidimos saltarnos una comida, el cerebro podría hacer que aumentara el apetito". "Es más, el hecho de que la falta de comida active una respuesta de estrés podría ayudar a explicar la relación entre el estrés y la obesidad", añade. En cualquier caso lo que está claro, concluyen los autores del estudio, es que “la ausencia de comida provoca cambios dramáticos en la forma en que nuestras neuronas se comunican unas con otras”.
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