Vestida para matar y acompañada en su eléctrico videoclip de lanzamiento del supermodelo Jon Kortajarena (26 años, bilbaíno fino, no aitzkolari), Madonna prepara su nueva gira mundial. Con 53 años, esta mujer símbolo de muchas cosas, guste o disguste, quiere seguir rompiendo moldes, y desde luego a lo último que está dispuesta es a que la metan en el armario de la invisibilidad.
Seducción, erotismo, sexualidad... y madurez femenina. Un debate quizás recurrente, pero recurrente por irresuelto cuando se habla de la mujer. "Más allá de la cirugía estética y del Photoshop, Madonna seduce por una serie de cosas, especialmente por su forma de vida. Representa lo que se conoce como biojóvenes, que han roto la barrera de la invisibilidad", señala Carme Freixa, psicóloga y periodista.
Es, por tanto, un modelo que marca un camino nuevo y rompe estereotipos, ya que aleja de la mirada del otro la imagen de madre, de abuela, y logra imponer su capacidad seductora, rompedora. Pero el debate hay que plantearlo en varios aspectos diferentes y contradictorios. Por un lado, este tipo de actitudes -por ejemplo, cada vez más actrices hacen visible su edad- seduce y arrastra a otras mujeres, comenta Freixa, porque en el fondo lo que se está reclamando es que la sociedad las reconozca a cualquier edad, y al margen de la edad. Como se hace con los hombres.
Pero, también, esta actitud de pisar fuerte, con tacón alto, redunda en la imagen de la mujer sexualizada, empañando la seducción intelectual, emocional, que tiene un recorrido más amplio e interesante. No sería exactamente el caso de Madonna, porque su forma de vida proyecta también autoafirmación y libertad.
Queda mucho camino por recorrer para que la sociedad deje de estigmatizar a la mujer por su edad, pero la historia y la cultura muestran que las precursoras han abierto camino pese a las dificultades. Echando una mirada a las heroínas o antiheroínas literarias, sólo hace falta recordar a Julie d'Aiglemont, personaje en varias novelas de Honoré de Balzac, que encarna a la mujer madura adúltera con un matrimonio infeliz, y precisamente el binomio madurez-adulterio la condena a una vida de penalidades. Marta Segarra, directora del Centre Dona i Literatura (Universitat de Barcelona), subraya el castigo que reciben las mujeres que buscan otros mundos, la asfixia social de Ana Ozores en La Regenta o la soledad a la que queda condenada Mila en Solitud, en estos casos al margen de la edad.
Son novelas del siglo XIX y principios del XX, pero Segarra explica que no es hasta los años sesenta y setenta cuando, de manos de las mujeres escritoras, se da entrada al cuerpo y a la sexualidad sin resultados punitivos. "Es evidente que han cambiado muchísimas cosas, que el feminismo logró que las mujeres pudiesen disfrutar del cuerpo y la sexualidad. Es evidente también que la edad no es ningún impedimento, pero en la práctica no es así", subraya.
La práctica, la realidad, ahí sigue estando, con el peso de la sociedad patriarcal, en la que, además, el culto al cuerpo eternamente joven es la gran estrategia del consumo. Madonna puede ser un icono, pero no representa a la mayoría de las mujeres en la sociedad occidental
Mireia Ros, directora de cine y actriz que inició su carrera con el destape, dice que lo que las mujeres en la cincuentena piden es "respeto y reconocimiento" por parte de los hombres. Esta, subraya, no es una lucha feminista, sino de todas las mujeres, porque no hay ningún motivo para que no sea así. Ros, con 55 años, considera que está en un momento álgido de su vida -acaba de ganar un premio Gaudí-, intelectual y físicamente.¿Entonces?
Desde la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), ella y otras directoras están trabajando no sólo para lograr una mayor paridad en el reparto de papeles, sino también para que los tengan las mujeres en la cincuentena. "Hay muchas actrices -denuncia Marta Segarra- que desaparecen coincidiendo con la edad de la menopausia y no reaparecen hasta que pueden hacer el papel de abuelas. Y cita como caso atípico el de Meryl Streep, con una carrera estable que vincula a que no se ha presentado nunca como una "guapa seductora". Abriendo puertas está Julianne Moore, que con 51 años sigue una línea creciente con papeles bien seleccionados.
En este tema de puntos de vista contrapuestos, se debate sobre si esta imagen de mujeres fuertes y agresivas sexualmente lo único que hace es redundar en la figura de la mujer objeto. O si, en cambio, reivindicar el erotismo desde la madurez puede entroncar con la tradición libertina del siglo XVIII, en la que se relacionaba con revolución y libertad.
El tiempo pasa para hombres y mujeres y seducir va mucho más allá de la primera tarjeta de presentación que puede suponer el aspecto físico. Juegan los gestos, la forma de ser e, incluso, las debilidades. Desentona así la realidad cotidiana, con esta perversa convención que invisibiliza a la mujer a partir de una edad desde un punto de vista físico y sexual. Bienvenida así Madonna, que actúa en Barcelona en junio, que volverá a demostrar que su vida es suya. De los Photoshop y de cirugía ya se seguirá hablando, con razón, en otro momento.
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