A lo largo de los últimos dos siglos han colisionado dos formas de
entender el mundo, dejando por el camino millones de muertos, sometiendo
a generaciones enteras a la desesperación. Ambos sistemas han
fracasado.
El comunismo fracasó. El control dictatorial de la economía por el Estado solo sirvió para que una nomenklatura corrupta sojuzgase a la población durante décadas. La utopía soñada se transformó en una terrible tragedia colectiva.
El capitalismo también ha fracasado. Sustituir al dios Estado por el dios Mercado no fue mejor solución. Otras jerarquías, no menos corruptas que las del comunismo, se han enriquecido despojando a los ciudadanos de sus derechos a la cultura, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a la salud, a una vida digna en paz y libertad.
Durante décadas, los medios de comunicación en manos del poder financiero nos han vendido las excelencias del crecimiento y la competitividad. Ocultando que, como la guerra, la competencia genera siempre vencedores y vencidos. En España, la situación es desesperada para millones de familias, a las que solo separa del abismo la red asistencial tejida por otros ciudadanos y por organizaciones de beneficencia.
No es cierto que solo pueda construirse riqueza compitiendo. Otras formas de hacer las cosas han coexistido a lo largo de la evolución de la humanidad como especie inteligente. La mayor obra cultural construida por el ser humano se debe precisamente a la cooperación desinteresada.
Durante siglos, el saber concentrado en bibliotecas fue destilado hasta volcarse en las enciclopedias. Comerciar con ellas fue un gran negocio: muchos estudiantes se pagaron los estudios vendiendo volúmenes puerta a puerta. Ese tráfico mercantil se ha extinguido, dándose la paradoja que las empresas que lo hacían no han sido derrotadas por la competencia. Lo que las retiró del mercado fue la cooperación de miles y miles de personas desinteresadas que volcaron su trabajo en Wikipedia.
Como es arriba, es abajo. No solo se tejen redes en internet: el ser humano lleva tejiendo redes decenas de miles de años. Han coexistido, sí, también con la guerra y la explotación. Pero en tiempo de paz se han labrado terrenos comunales, hasta que la necesidad de acumulación capitalista llevó a cercarlos y privatizarlos.
En los últimos siglos, la aceleración del crecimiento ha esquilmado los recursos del planeta, pero competir como hasta ahora solo ha generado riqueza para una élite. Quizás ha llegado el momento de volver a cooperar y derribar los cercados. Pero no los de un país agrícola, que ya no somos, sino los que ponen a buen recaudo el producto de la rapiña en bancos y sectores estratégicos.
Del fracaso del sistema surge la necesidad de algo nuevo y distinto, algo que ya existe: la descentralización, el trabajo en red, la horizontalidad. Métodos de trabajo colectivo que pueden funcionar, como hemos visto en internet. La prueba de ello es el movimiento 15M, que nos ha convocado para una cita internacional el próximo sábado 12 de mayo: #12M15M.
La palabra más exportada del español es guerrilla, y es bien conocido nuestro carácter cainita.Y sin embargo, el año pasado asombramos al mundo: iniciamos una revolución, y lo hicimos en paz. Ha llegado el momento de completarla, desarrollando las redes de cooperación que saquen a este país del pozo de desesperanza en el que se halla postrado.
Quemar, destruir, es demasiado sencillo: el fuego es estéril. Y ya hemos visto a dónde conduce, en qué ha quedado la cuna de la democracia. Hay otra estrategia, y es la estrategia del agua: durante todo este invierno el 15M la ha seguido. Se ha infiltrado en todos los rincones, para proteger y fertilizar lo más necesario. Este mes de mayo vamos a ver cómo florece ese trabajo.
Hay que decidir muchas cosas, y tenemos que empezar desde abajo: solo saldremos adelante trabajando juntos. No hay ningún atajo hacia el futuro, solo el trabajo.
El sábado, todos juntos. Nos vemos en las plazas.
El comunismo fracasó. El control dictatorial de la economía por el Estado solo sirvió para que una nomenklatura corrupta sojuzgase a la población durante décadas. La utopía soñada se transformó en una terrible tragedia colectiva.
El capitalismo también ha fracasado. Sustituir al dios Estado por el dios Mercado no fue mejor solución. Otras jerarquías, no menos corruptas que las del comunismo, se han enriquecido despojando a los ciudadanos de sus derechos a la cultura, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a la salud, a una vida digna en paz y libertad.
Durante décadas, los medios de comunicación en manos del poder financiero nos han vendido las excelencias del crecimiento y la competitividad. Ocultando que, como la guerra, la competencia genera siempre vencedores y vencidos. En España, la situación es desesperada para millones de familias, a las que solo separa del abismo la red asistencial tejida por otros ciudadanos y por organizaciones de beneficencia.
No es cierto que solo pueda construirse riqueza compitiendo. Otras formas de hacer las cosas han coexistido a lo largo de la evolución de la humanidad como especie inteligente. La mayor obra cultural construida por el ser humano se debe precisamente a la cooperación desinteresada.
Durante siglos, el saber concentrado en bibliotecas fue destilado hasta volcarse en las enciclopedias. Comerciar con ellas fue un gran negocio: muchos estudiantes se pagaron los estudios vendiendo volúmenes puerta a puerta. Ese tráfico mercantil se ha extinguido, dándose la paradoja que las empresas que lo hacían no han sido derrotadas por la competencia. Lo que las retiró del mercado fue la cooperación de miles y miles de personas desinteresadas que volcaron su trabajo en Wikipedia.
Como es arriba, es abajo. No solo se tejen redes en internet: el ser humano lleva tejiendo redes decenas de miles de años. Han coexistido, sí, también con la guerra y la explotación. Pero en tiempo de paz se han labrado terrenos comunales, hasta que la necesidad de acumulación capitalista llevó a cercarlos y privatizarlos.
En los últimos siglos, la aceleración del crecimiento ha esquilmado los recursos del planeta, pero competir como hasta ahora solo ha generado riqueza para una élite. Quizás ha llegado el momento de volver a cooperar y derribar los cercados. Pero no los de un país agrícola, que ya no somos, sino los que ponen a buen recaudo el producto de la rapiña en bancos y sectores estratégicos.
Del fracaso del sistema surge la necesidad de algo nuevo y distinto, algo que ya existe: la descentralización, el trabajo en red, la horizontalidad. Métodos de trabajo colectivo que pueden funcionar, como hemos visto en internet. La prueba de ello es el movimiento 15M, que nos ha convocado para una cita internacional el próximo sábado 12 de mayo: #12M15M.
La palabra más exportada del español es guerrilla, y es bien conocido nuestro carácter cainita.Y sin embargo, el año pasado asombramos al mundo: iniciamos una revolución, y lo hicimos en paz. Ha llegado el momento de completarla, desarrollando las redes de cooperación que saquen a este país del pozo de desesperanza en el que se halla postrado.
Quemar, destruir, es demasiado sencillo: el fuego es estéril. Y ya hemos visto a dónde conduce, en qué ha quedado la cuna de la democracia. Hay otra estrategia, y es la estrategia del agua: durante todo este invierno el 15M la ha seguido. Se ha infiltrado en todos los rincones, para proteger y fertilizar lo más necesario. Este mes de mayo vamos a ver cómo florece ese trabajo.
Hay que decidir muchas cosas, y tenemos que empezar desde abajo: solo saldremos adelante trabajando juntos. No hay ningún atajo hacia el futuro, solo el trabajo.
El sábado, todos juntos. Nos vemos en las plazas.
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