En el 2008 quiebra Lehman
Brothers y cuatro años después, entre las muchas consecuencias de esa
quiebra, el gobierno español realiza severos recortes sociales. ¿Cómo le
explicamos esto a nuestros hijos?
Fíjate que en 2008,
cuando Lehman Brothers quiebra, se oyen cosas como que “la avaricia
rompe el saco”, “el sistema financiero ha fracasado”, “se ha estirado
demasiado de la cuerda”, “hay que reformular el capitalismo”. Algunos
incluso llegaron a decir “se ha acabado el capitalismo”. Se evidencia el
fracaso de un modelo de avaricia. Pero a los pocos meses empieza a
girarse la tortilla completamente. Porque claro, los que estaban ganando
mucho dinero —precisamente con las consecuencias de la quiebra del
sistema— querían seguir beneficiándose de ese saqueo de las arcas
públicas, de ese negocio de la deuda soberana de los países. La reacción
inmediata fue decir “el sistema financiero tiene que reformularse”;
pero lo siguiente fue inyectar dinero en la banca y lo siguiente es la
crisis de las deudas soberanas. Porque la banca, el poder financiero,
nos atornilla con el dinero que nosotros le prestamos. ¡Es una estafa!
Es una buena forma de resumirlo, sí.
Cuando tú me dices “¿cómo se lo explico a mis hijos?”, yo les digo: esto es una estafa a gran escala.
¿Significa esto que el
funcionamiento de un estado soberano está dependiendo de cómo funcionan
unos pocos negocios privados, y que por lo tanto la defensa del interés
común de todos los ciudadanos — representada por el Estado— está
dependiendo del interés de unos pocos?
Claro, el Estado está siendo atornillado
precisamente con los que especulan con su deuda. El Estado se ha
endeudado para salvar al poder financiero y ese mismo poder financiero
que hemos salvado con nuestro dinero nos está diciendo que para salir de
esta crisis tenemos que bajar salarios, recortar servicios públicos,
meter a nuestros hijos con más niños en las aulas… que tenemos que
pagarlo nosotros, los que no tenemos ninguna responsabilidad en la
crisis. Y los que tuvieron esa responsabilidad, la gran banca, están
ganando más dinero que nunca. Por eso digo que es una gran estafa. Y a
pequeña escala, con el tema de las hipotecas, lo explicaba
frecuentemente en las elecciones del 2007 y 2011. Tú ibas al banco en
2004, 2005: “Me quiero comprar un piso”. “Ah, muy bien, ¿tiene usted
trabajo?”. “No, no tengo trabajo”. “Ah, bueno, pero le tasamos el piso:
¿cuánto vale? 100.000 euros”. “¿Y esto quién lo dice?”. “Aquí mi amigo
el tasador”. “Ah, muy bien, pues nada, déme los 100.000”. “No, le voy a
dar 120.000 para que también se compre los muebles y el coche”. “Ah,
vale, vale”. Con el paso de los años, resulta que no puedo pagar la
hipoteca porque no me ha ido muy bien, a mi pareja la han despedido… lo
que sea. Vuelvo al banco: “Oiga, mire, es que el préstamo no lo puedo
pagar. Usted me dio 120 y yo ya he pagado 30, me quedan por pagar 90.
Como el piso vale 100, yo le devuelvo el piso y quedamos en paz”. Y
entonces te dicen: “No, no, no. Es que su piso vale 50”. “¿Cómo que 50?
¿Eso quién lo dice?”. “Aquí mi amigo el tasador”. El mismo amigo
tasador, que dice que ahora vale la mitad que hace cuatro años. Esto,
cuando lo cuentas así, la gente dice “ostras, qué fuerte”. Pero esto es
exactamente lo que pasó a pequeña escala. Esto, en el tráfico jurídico
normal, sería una estafa. Usted y yo convenimos un precio, que son 100.
Usted se ha arriesgado a tasármelo en 100… así que luego no me venga con
que el piso vale 50. Hombre, si le ha caído un meteorito al piso… pero
no, es el mismo piso, el mismo banco, la misma corbata, el mismo
tasador. Todo igual. No, esto no puede funcionar así.
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