Si la presión fiscal fuera una clasificación futbolística entre los
países considerados desarrollados, España estaría luchando por meterse
en la Europa League, es decir, que está en la parte alta de la tabla.
De los 33 países que analiza la OCDE en su informe anual sobre el esfuerzo tributario en sus países miembros (cuya edición de 2011 se acaba de presentar), ocupamos el puesto 12, con una tasa del 39,9%.
La media de todos los analizados es del 35,2%, es decir, 4,7 puntos porcentuales menos que en nuestro país, con Bélgica (55,5%) y Alemania (49,8%) y México (16,2%) y Chile (7%) en los extremos.
¿Países que sorprenden que cobren menos a sus ciudadanos en impuestos que España? Varios de los nórdicos, como Dinamarca (38,4%) o Noruega (37,5%), la rica Luxemburgo (36%), la envidiada Islandia (34%) o la todopoderosa Estados Unidos (29,5%).
Pero todo lo anterior sólo sirve para el trabajador medio sin nigún atenuante. Es decir, para los solteros situados en los ingresos medios de su nación. En cuanto se mueven las variables, cambian todas las posiciones, sobre todo, en el caso de España, donde la asunción de responsabilidades familiares se castiga con mayor presión fiscal en comparación al conjunto de la OCDE.
Empecemos por el casado con dos hijos y con unos ingresos medios. En España, la presión fiscal que se sufre es del 34,2%, lo que eleva la posición nacional desde el doudécimo puesto de la tabla general al octavo.
Las diferencias no se acaban tan pronto: en el soltero, el salto entre lo que se abona aquí y en el resto del primer mundo no llegaba ni a los cinco puntos; cuando uno se ha casado y engendrado a dos criaturas, la diferencia es de 9,2 puntos entre vivir en España y hacerlo en otro país.
Lo que quiere decir que otros países cuentan con una mejor tributación de las familias y premian de algún modo este paso, dado que el promedio se queda en un 25% (frente al 34,2% español).
¿Creen que todo lo anterior es preocupante? Pues curiosamente, la situación mejora ligeramente en las parejas a medida que lo hacen sus ingresos.
Lo explicamos: una familia con unos ingresos superiores en un 33% a la media nacional es penalizada con una presión fiscal del 35,8%, que también es el octavo valor más alto de la clasificación. Pero se puede decir que mejora respecto a los que cobran lo justo porque es 8,6 puntos más alta que la media de la OCDE cuando aquéllos sufrían 9,2 puntos.
¿Y si en la familia lo que se cobra de más sobre la media es un 67%? Mejor todavía, dado que el salto entre España y el primer mundo es de sólo 6,7 puntos. Además, se bajan escalones en la lista del octavo al décimo lugar (con un 36,9% de tasa de presión fiscal frente al 30,2%).
Sin embargo, los agravios comparativos no llegan tanto por casarse como por tener niños. Un ciudadano que decidiera tener dos niños sin pasar por el altar o el juzgado debe soportar una carga tributaria del 29,5%, la sexta más alta del mundo desarrollado.
Y no sólo eso: el diferencial con la media de la OCDE se amplía considerablemente y roza los 14 puntos de diferencia. Dicho de otro modo, en el primer mundo se pagan impuestos por tener niños la mitad que en España.
Una última conclusión que deja claro que el egoísmo es lo mejor en el terreno fiscal. Un soltero que gane un 167% más que la media nacional soporta una presión fiscal del 42,5%, unos escasos 2,9 puntos más que la media de la OCDE.
¿Se acuerdan de esas posiciones que ocupaba España en torno al puesto diez? Pues en este supuesto nos vamos al 15, a la mitad aproximada.
Lo que no varía, finalmente, demasiado es el tratamiento fiscal de los países. De esta forma, Bélgica, Alemania, Francia e Italia son las que más presión tributaria ejercen sobre sus habitantes. En el lado opuesto, el Reino Unido, Irlanda, Suiza, Australia, Japón o Estados Unidos exigen por debajo de la media de la OCDE.
De los 33 países que analiza la OCDE en su informe anual sobre el esfuerzo tributario en sus países miembros (cuya edición de 2011 se acaba de presentar), ocupamos el puesto 12, con una tasa del 39,9%.
La media de todos los analizados es del 35,2%, es decir, 4,7 puntos porcentuales menos que en nuestro país, con Bélgica (55,5%) y Alemania (49,8%) y México (16,2%) y Chile (7%) en los extremos.
¿Países que sorprenden que cobren menos a sus ciudadanos en impuestos que España? Varios de los nórdicos, como Dinamarca (38,4%) o Noruega (37,5%), la rica Luxemburgo (36%), la envidiada Islandia (34%) o la todopoderosa Estados Unidos (29,5%).
Pero todo lo anterior sólo sirve para el trabajador medio sin nigún atenuante. Es decir, para los solteros situados en los ingresos medios de su nación. En cuanto se mueven las variables, cambian todas las posiciones, sobre todo, en el caso de España, donde la asunción de responsabilidades familiares se castiga con mayor presión fiscal en comparación al conjunto de la OCDE.
Empecemos por el casado con dos hijos y con unos ingresos medios. En España, la presión fiscal que se sufre es del 34,2%, lo que eleva la posición nacional desde el doudécimo puesto de la tabla general al octavo.
Las diferencias no se acaban tan pronto: en el soltero, el salto entre lo que se abona aquí y en el resto del primer mundo no llegaba ni a los cinco puntos; cuando uno se ha casado y engendrado a dos criaturas, la diferencia es de 9,2 puntos entre vivir en España y hacerlo en otro país.
Lo que quiere decir que otros países cuentan con una mejor tributación de las familias y premian de algún modo este paso, dado que el promedio se queda en un 25% (frente al 34,2% español).
¿Creen que todo lo anterior es preocupante? Pues curiosamente, la situación mejora ligeramente en las parejas a medida que lo hacen sus ingresos.
Lo explicamos: una familia con unos ingresos superiores en un 33% a la media nacional es penalizada con una presión fiscal del 35,8%, que también es el octavo valor más alto de la clasificación. Pero se puede decir que mejora respecto a los que cobran lo justo porque es 8,6 puntos más alta que la media de la OCDE cuando aquéllos sufrían 9,2 puntos.
¿Y si en la familia lo que se cobra de más sobre la media es un 67%? Mejor todavía, dado que el salto entre España y el primer mundo es de sólo 6,7 puntos. Además, se bajan escalones en la lista del octavo al décimo lugar (con un 36,9% de tasa de presión fiscal frente al 30,2%).
Sin embargo, los agravios comparativos no llegan tanto por casarse como por tener niños. Un ciudadano que decidiera tener dos niños sin pasar por el altar o el juzgado debe soportar una carga tributaria del 29,5%, la sexta más alta del mundo desarrollado.
Y no sólo eso: el diferencial con la media de la OCDE se amplía considerablemente y roza los 14 puntos de diferencia. Dicho de otro modo, en el primer mundo se pagan impuestos por tener niños la mitad que en España.
Una última conclusión que deja claro que el egoísmo es lo mejor en el terreno fiscal. Un soltero que gane un 167% más que la media nacional soporta una presión fiscal del 42,5%, unos escasos 2,9 puntos más que la media de la OCDE.
¿Se acuerdan de esas posiciones que ocupaba España en torno al puesto diez? Pues en este supuesto nos vamos al 15, a la mitad aproximada.
Lo que no varía, finalmente, demasiado es el tratamiento fiscal de los países. De esta forma, Bélgica, Alemania, Francia e Italia son las que más presión tributaria ejercen sobre sus habitantes. En el lado opuesto, el Reino Unido, Irlanda, Suiza, Australia, Japón o Estados Unidos exigen por debajo de la media de la OCDE.
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