«Creo que con darle una hora de instrucciones, cualquiera
con un mínimo conocimiento del programa que uso y de rudimentos de
música general, podría hacer lo que yo hago en mis conciertos». Lo dijo
este mismo verano DeadMau5,
uno de los Dj más ricos y famosos. «¿Entonces qué tiene él de
especial?», se pregunta el común de los mortales. Cómo llegan hasta la
cima, parece uno de los grandes misterios de la música actual, pero como
con todo, sólo es cuestión de ponerse e insistir. Todos los Dj que
ahora son súper estrellas pasaron meses o incluso años pinchando noche
sí noche también en pequeños clubes, hasta que el aforo se les quedó
pequeño, llegaron a oídos de ciertos promotores y poco a poco fueron
convirtiéndose en reclamos para grandes estadios. El viento, eso sí, ha
soplado a su favor. Ya lo auguró hace unos años Ray Manzarek,
teclista de «The Doors» e ídolo del movimiento hippy: «La próxima
revolución socio-musical será electrónica. Sus seguidores tienen muchas
similitudes con los hippys: un fuerte sentido tribal y una música que
puede llevarte al trance».
Los hechos son incontestables. Una gran parte -se diría que
la mayoría- de la juventud ya no quiere ver a rockeros sudorosos
montando el show sobre el escenario. Es más, se diría que les importa un
comino lo que ocurra sobre las tablas. Lo importante está en la pista:
mirarse, compararse con los demás e intentar ser el más bailongo y molón
del lugar. El protagonista es el fan y su ególatra e individualista
búsqueda del placer, y el músico sólo aprieta las teclas que éste le
inspira. Le sigue el juego.
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