“El arte del buen comerciante está más relacionado con lograr que le paguen que con vender”, dice un refrán popular español. Éste cobra especial sentido en el momento actual, en el que más de 600.000 empresas han tenido que echar el cierre en España debido a la cadena de impagos desatada con la crisis. Cuando la morosidad española triplica la media europea (2,6% frente al 7,1%) y el porcentaje de empresas que no respeta las condiciones de pago pactadas se sitúa en el 60%, se impone una estrategia para tratar de minimizar esta lacra. El inventor de la ‘morosología’ Pere J. Brachfield propone instrumentos para gestionar este problema en su último libro.
Más allá del factor crisis, la morosidad está relacionada con un problema de filosofía empresarial, según el libro de Brachfield. El crédito de los proveedores es una de las principales fuentes de financiación de las empresas españolas, al suponer el 39,2% frente al 46,7% aportado por los bancos, según datos de Iberinform presentados en abril de 2011.
En un contexto de sequía crediticia, ésta práctica se ha extendido como una mancha de aceite, llegándose al extremo en el que retrasar intencionadamente los pagos a los proveedores se considera una buena práctica empresarial. Así las cosas, el plazo de cobro de las facturas se eleva en España a 93 días, muy por encima de los 54 de media europea y los 75 que marca la ley.
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