La ingesta de bebidas alcohólicas provoca la secreción de endorfinas en determinadas zonas del cerebro, lo que desencadena las emociones positivas que se experimentan en el estado de embriaguez y podría conducir a la adicción. Un estudio de la Universidad de California ha observado por primera vez en humanos este fenómeno, sobre el que se lleva especulando más de treinta años.
Las endorfinas, que se producen de forma en el cerebro y tienen efectos opiáceos, se han observado, tras el consumo de alcohol, en dos áreas cerebrales llamadas núcleo accumbens y corteza orbitofrontal. Además, los investigadores han identificado el tipo de receptor opioide que actúa con las endorfinas: es el receptor Mu.
“Nuestro estudio aporta las primeras pruebas directas de cómo el alcohol hace que la gente se sienta bien”, explica Jennifer Mitchell, autora principal del estudio e investigadora de la Universidad de California de San Francisco (UCSF), en declaraciones a la agencia SINC. La localización precisa de estas áreas en el cerebro permitirá, según los autores, mejorar los métodos y medicaciones para tratar los problemas con la adicción al alcohol.
Para llevar a cabo el estudio, los científicos analizaron las respuestas cerebrales de 13 individuos con un alto consumo de alcohol, y de otros 12 sujetos de control, que no bebían de manera habitual, con la técnica de tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés). De este modo observaron que, en todos los casos, la ingesta de alcohol produjo una liberación de endorfinas. Además, los participantes reportaron mayores sensaciones de placer al liberarse más endorfinas en el núcleo accumbens. Sin embargo, el aumento de endorfinas en la corteza orbitofrontal solo incrementó los sentimientos positivos en los bebedores habituales. “Esto indica que el cerebro de los alcohólicos está modificado, de manera que encuentran más placentero el consumo de alcohol”, explica Mitchell. “Este sentimiento de gratificación puede ser el que les haga beber tanto”, opina la autora. Los resultados abren posibles vías para mejorar la eficacia de las medicinas habituales contra el alcoholismo, como la naltrexona.
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